ALEJANDRO TARRAGÜEL

Biografía

Un niño oculto a un lado del escenario, observando la frontera entre el público y los actores, entre realidad y ficción. En aquellos días descubrí que algunos adultos seguían jugando y yo sería uno de ellos. El arte, como la naturaleza, tenía un efecto tranquilizador en mí. Descubrí que una cierta dosis de ficción era necesaria para llevar una vida soportable. Algunos artistas ampliaban mi visión del mundo Quise estudiar interpretación, pero cuando leí las pruebas de acceso comprendí que tenía demasiado ego para ponerme delante de un jurado y recitar a Shakespeare. En ese momento mi ángel Gabriel me apuntó «escenografía» al oído y me pareció una idea brillante, seguir jugando como en uno de mis juegos favoritos: ilustraciones con paisajes panorámicos en los que podía transferir personajes de distintos tamaños para encajarlos en la perspectiva perfecta. De hecho, eso es lo que sigo haciendo cuando diseño el espacio de un proyecto, puedo plasmar una idea a nivel gráfico rápidamente, pero es en el momento en que pongo la figura humana, cuando surge, o no, la verdadera esencia. Así que, a los 18 años, ingreso en el Instituto del Teatro de Barcelona. Estoy donde tengo que estar, todo me interesa, los alumnos, los profesores, los talleres. Compagino estudios y trabajo como ayudante de escenógrafo e incluso diseñando para algunos grupos de teatro infantil. Es entonces, cuando me surge la oportunidad de hacer una película como atrecista con el director artístico Pep Oliver, y así paso varios años trabajando sobre todo en televisión, cine y publicidad, alejándome involuntariamente del teatro. El compromiso y la rapidez que exigen los rodajes, me dieron una gimnasia muy útil para el futuro. En un rodaje se crea una realidad paralela con otros valores que dan algo místico a la experiencia, me recuerda al mundo de las ferias o del circo. Algunos de los nombres con los que colaboré en esos primeros 15 años son, entre otros, los escenógrafos Pep Oliver, Vicenta Obon, Ramon Ibars, Agnes Ricart, Jordi Yrla, Rosa Español, Carlos Conti y Francesc Cardeña. Los directores Jordi Cadena, Jordi Frades, Jorge Grau, Guillem Morales, Clive Gordon, Virgini Tavernet, Eduard Cortes, Isabel Coixet y Kenny Ortega. Directores de escena como Jaume Melendres, Carles Santos, Jordi Mesalles, Miquel Crespi y Juan José Alonso Millán. Y las productoras El Terrat, Gest Music, Diagonal TV, Morena Films y Drimtim. Tardé algún tiempo en escalar en la estricta jerarquía del audiovisual y cuando estaba llegando y en medio de un rodaje para Disney Channel, recibí una llamada del director de escena suizo Stefan Metz. Me propuso ser el escenógrafo de un Woyzeck en el teatro nacional de Gotemburgo. Tuve que decir que no porque estaba comprometido con el tío Walt, pero evidentemente, rectifiqué, dejé la película y me fui a Gotemburgo. Woyzeck supuso un cambio radical en mi vida profesional. Desde entonces, Suecia es el lugar donde trabajo y he hecho más de 35 obras allí. Los primeros años con Stefan estuvieron llenos de entusiasmo y amor, creando un hermoso flujo entre todos los departamentos del Göteborg Stadsteatern. También hicimos Noche de Reyes, donde el público se lo pasó en grande y un Peer Gynt asombroso en el que experimentamos con las posibilidades de crear espacios muy grandes con muy poco material: plástico fino y aire Pusimos en escena la obra contemporánea The lights, en la que teníamos grandes espejos espía móviles en forma de C que creaban preciosas coreografías de reflejos distorsionados. De golpe me encontré con un contrato de tres años como escenógrafo residente de este fantástico teatro. Allí trabajé con el director español Andrés Lima en la hermosa obra Blackbird, donde utilizo por primera vez un material que me enamora. También hicimos El caso Danton y People, places and things en el Stockholm Stadsteatern. Colaboro con el director Tobias Theorell diseñando el vestuario de la obra Tartufo y la ópera Salomé en Coburg como escenógrafo. Otros directores con los que trabajo son, Richard Turpin, Emil Graffman, Ronny Danielsson, Nora Nilsson, Malin Stenberg y la vigorosa Mellika Melouani con la que hacemos una versión punk de Las tres hermanas de Chejov y La ópera de los tres peniques con muchas sorpresas en el Stockholm Folkoperan. También trabajo con Ronnie Hallgren en la pieza End Game reproduciendo en escena una inquietante cámara anecoica. Mi relación profesional con Stefan Metz se interrumpió tras una complicada puesta en escena de La Biblia, pero gracias a Dios retomamos el camino con muy buen resultado con un Master and Margarita en el Dramaten, donde el espacio reproducía un antiguo teatro abandonado. Más recientemente hemos puesto en escena El padre y La gente de Hëmso de Strindberg, donde llenamos el escenario de plataformas de cartón transitables y apilables. Todo un reto. Nuestra última colaboración ha sido un Orlando en el Norrbottenteatern y actualmente estamos preparando otra versión de la obra El padre en el teatro Spira de Jönkoping. Cada estética tiene su ética. Diseñar la plástica de un espectáculo ofrece al escenógrafo y al director, la posibilidad de sentar las bases sobre las que la pieza debe transcurrir coherentemente. Cuanto más profunda y respetuosa sea la relación entre director y escenógrafo, menos le dolerá al público el precio de las entradas. Hoy en día la escenografía está lejos de ser un arte decorativo como lo pudo ser en el S. XIX y parte del XX. La dirección artística ha llegado a un nivel de libertad expresiva tal, que ahora no solo no es un arte “al servicio de” sino que muchas veces llega a tener un protagonismo excesivo, perdiendo así el necesario equilibrio entre fondo y forma. La plástica escénica tiene que revelar contenidos esenciales de la obra.

Si tienes algo que explicar, me encantará conocerte.
Alejandro Tarragüel